Una de las principales causas de mortalidad de las compañías pequeñas y medianas se da por la ausencia de planeación y por el trabajo individual. La mayoría de empresas nacen por una generación espontánea, respondiendo más bien a una necesidad o una emotividad de los gestores, en lugar de corresponder a un plan de negocios bien definido.

Por otra parte existe la falta de planeación y proyección financiera; no se estudian los aspectos técnicos ni se preguntan cómo se va a producir o prestar un servicio, lo cual va ligado a la falta de financiamiento o el inadecuado manejo de los recursos que se consiguen a través del financiamiento. El fenómeno se ha dado porque el empresario se endeuda cuando no lo debe hacer, no planea bien el uso de los recursos de crédito que recibe y se atrasa en el pago de las obligaciones.


El empresario serio esta generalmente apagando incendios, atendiendo emergencias y no hay claridad estratégica en la definición del negocio, sus ventajas competitivas y establecimiento de prioridades. Los nuevos empresarios se diluyen entre las urgencias y el inmediatismo y por lo tanto son vulnerables.

Asimismo no existe un adecuado manejo de los temas de mercadeo y gestión comercial ya que el empresario se orienta mucho a la parte de ventas “quiere vender, pero no define muy bien cómo lo va a hacer, no conoce al cliente, ni cuánto está dispuesto a pagar por el producto ni conoce a su competencia” lo cual hace necesario trabajar de manera cooperada con otras empresas, pues los competidores son cada vez más fuertes, y la respuesta al mercado tiene que ser más rápida.

Fuente: De empleado a empresario, Humberto Durán Vera.